miércoles, 20 de octubre de 2010

LLERA; TEATRO EN LOS INFIERNOS

Llera plantea la situación de dos ladrones de carretera viviendo bajo el precipicio, aguardando el milagro de un accidente que provoque la caída de los autos para poderlos robar después.

Son sus personajes un manifiesto brutal de la identidad perdida, replanteada por modelos de operación motivados por el hastío, el deseo carnal o la demencia naturalizada de cotidianidad.

Por lo tanto, su situación se percibe como un sistema de sobre vivencia común que han visto obligados a asumir, como únicos aliados del celo y la ignominia; su transcurrir consiste en el acto exhaustivo de la espera, bajo tortura de suponer convivencia humana posible:

Padre e hija. Aliados por conveniencia, trabajan juntos en el ritual de la impaciencia; reparten ganancias y sospechan el rumbo incierto de las precipitaciones nocturnas, ocultos, en los escombros de la chatarra y el resto humano: volante, zapatos, dientes, credenciales, espejo retrovisor.

La hija juega a besar los muertos, el padre intenta reparar los cuerpos partidos; se ha visto enamorado de una mujer que callo del mundo con un poco mas de vida que lo habitual. Ambos, fundan una estancia pavorosa de lo perdido, un episodio de sueños más allá de la ruina… toda vez que conciben la muerte como virtud implacable del silencio eterno.

El discurso que acota la religión, permanece también presente en la doble moral de los personajes, que después de saquear e incluso comer de los cuerpos que les promete el cielo, emprenden camino a la superficie, para sembrar de cruces que abatan la pena, por la margen sombría de su fe depositada en la carretera.

Así, Llera transcurre el episodio sensible de quien vive de la desgracia ajena, dilucidando espectros vueltos criaturas en descomposición, alimentando la fantasía prohibida en los paisajes de feria, como paraísos perdidos en medio de la soledad protagonista en los ciclos de un carrusel donde las niñas suben sin usar vestido.

Fabula espectral del infortunio, desmesurada de ausencia, bajo el amparo de dios. Este, pretende ser un teatro perceptible en establecer vínculos sustanciosos de alteración, generados a partir de un espacio suspendido en el tiempo, lejano al contorno de operación que sujeta la ciudad.

Conducir al espectador a la ruta fantasmal de Llera, será suponer un desvarío de ritmo y apreciación estética, será demandar un recorrido, que compone de ante mano el espíritu fértil de la incertidumbre, será una valiosa intervención quirúrgica en la experimentación de un teatro llevado a las zonas inhóspitas de las carreteras federales donde la crudeza sobrepone al destino.








1 comentario:

  1. Ángel, por fin apareciste!!! jejejejeje acá en tú blog digo yo... ¿Cómo está el director más loooooocccooo de Práctica de Vuelo???? ya estrenaste Mute!! jejeje... acá ya nos embarcamos con La Huida... uf!! que cosa!! ya te invitaré a la temporada... andamos en las sudamérica´s por el momento... esto está poca madre... ¿cuándo vas a dirigir algo a Morelia? Qué necesito hacer pa´contar con tu talento alucinatorio por allá? Dime, dime... jeejje...

    Te mando un fuerte abrazo.

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